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Jugar sin juguetes

Una tela sobre nuestras cabezas es una cabaña. Así paso yo las tardes, en una cabaña imaginaria construida con una manta entre la lámpara de pie del salón y el respaldo del sofá.

Una tela sobre nuestras cabezas es una cabaña. Eso lo sabe casi cualquier adulto que comparta sus días con un niño y recuerde, aunque sea vagamente, su propia infancia. Así paso yo las tardes, en una cabaña imaginaria construida con una manta entre la lámpara de pie del salón y el respaldo del sofá. Dentro hay todo un mundo de elementos invisibles: Una cocina de donde salen exquisitos dulces (todos de chocolate, claro), una habitación en la que nos contamos cuentos y hasta una televisión con la que cantamos canciones infantiles. Nada es material porque pertenece al mundo de la imaginación del que Pirfita me ha hecho parte.

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Esto es muy importante para mí. Me divierte y hasta me hace pensar que algo he hecho bien como madre si, en su mundo en el que nada existe, sí puedo existir yo, con ella dentro. Y engancha. Hay días en que me descubro a mí misma, en el trabajo, contando las horas para volver a casa y empezar nuestro ritual conjunto, escondidas del mundo, bajo el seguro techo de nuestra cabaña imaginaria, el lugar donde ella se suelta a hablar con palabras que yo desconocía que sabía y me cuenta los detalles de su día lejos de mí, la última historia de la guardería o trozos de nuevas letras y músicas.

En nuestro refugio no hay ninguno de los juguetes que yo misma le he regalado. Ni tampoco de los que les han regalado nuestros familiares. Ni uno. Sin embargo jugamos durante horas y vamos intercambiando roles: Unas veces ella es una maestra, otras una camarera… El único patrón que se repite, tarde tras tarde, es que ella es la que manda, la que propone el juego. A mí me toca acatar sus dictámenes y disfrutar viendo cómo deja de ser un bebé y se convierte en una niña, con sus ideas propias, su autonomía y una imaginación desbordante que yo admiro porque, a mis 31 años de edad, ya casi había olvidado que era así cómo se pasan los días de lluvia o las frías tardes de invierno en casa de la forma más divertida y barata.

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