Acudí a realizarme una ecografía de mamas cuando todavía amamantaba a Pirfita. Me atendió un agradable doctor que dejó de ser agradable cuando, en mitad de la exploración, empezó a decirme que tenía dificultades para hacer la exploración. Le dije que sería por la leche, seguramente, porque estaba amamantando.
-¿Cuántos meses tiene tu hija?
– Casi dos años.
Empezó, entonces, a soltar una retahíla, salpicada de opiniones personales, sobre mi errada decisión de amamantar “tanto tiempo” a mi bebé. Él sostenía que su señora había alimentado con leche materna a sus hijos hasta los seis meses. “Después de los seis meses, los niños no necesitan la leche de sus madres. Y no les aporta nada”, sostenía.
Lo escuchaba con una sonrisa y le pregunté si había tratado a mujeres con problemas de mamas derivados de la lactancia. Siguió con su argumentario de que dos años era demasiado tiempo y que él estaba harto de encontrar casos de mujeres mayores con molestias en los pechos derivados de dar de mamar a bebés mucho tiempo. Yo seguí con mi sonrisa y mis preguntas: “¿Se refiere usted a señoras que amamantaron a un solo hijo durante mucho tiempo o a mujeres que amantaron sólo seis meses a varios hijos?”
Con una carrera de cinco años y una especialidad, fue capaz de ser lo suficientemente listo para entender que mi sonrisa y mis preguntas eran irónicas. A partir de ahí, todo fue más fácil. El buenrrollismo terminó y él se limitó a hacer su exploración y a no hablarme más.
¿Por qué traigo ahora el recuerdo de esta experiencia? Pues porque estoy un poco harta de que las mujeres confundamos las opiniones de algunos facultativos con recomendaciones médicas. Me explico mejor: Hay ocasiones en las que tomamos como axiomas irrefutables lo que no son más que opiniones, más basadas en los condicionantes personales (los profesionales de la salud, al fin y al cabo, son personas) que en los principios científicos.
El médico que me explotaba sabía (estoy segura que lo sabía porque ha estudiado) que la Organización Mundial de la Salud, OMS, aconseja que la lactancia materna se mantenga, en exclusiva, hasta los seis meses de vida del bebé y luego se mantenga al menos hasta los dos años de forma complementaria. Lo dice la OMS, el mismo organismo que nos alerta de que fumar puede provocarnos cáncer y otras tantas cosas que muchos (profesionales de la salud y pacientes) tomamos como recomendaciones llenas de sentido común.
¿Por qué entonces en torno a la lactancia hay tanto debate? ¿Por qué una mamá, dependiendo del profesional con el que hable, escucha mil y una formas diferentes de cómo criar o alimentar a su bebé? Pues porque hay facultativos que llenan de opiniones personales, basadas en su propia experiencia o prejuicios, sus discursos. Con esto no quiero poner en cuarentena lo que se nos dice en las consultas médicas o de enfermería, ni muchísimo menos. Me merecen todo el respeto del mundo el trabajo de estos profesionales y creo que su ayuda es importante en esta aventura que es la crianza, pero opino que es importante estar alertas. Es decir, que si una mamá está convencida (porque se ha formado para ser madre, ha consultado, ha leído y ha consensuado con los miembros de su familia) de que amamantar a su bebé durante, al menos, los dos años que recomienda la OMS es lo mejor para su pequeño, debe saber discernir, entre lo que escucha, lo que son opiniones personales y lo que no. Es difícil, sobre todo en un momento de nuestra vida en que somos tan vulnerables y deseamos, de verdad, que exista una fórmula mágica, para que nuestros hijos crezcan sanos y felices. Pero no la hay. Ni la tenemos nosotras, ni la tienen los profesionales que nos aconsejan.