Por muy serios y formales que pretendamos ser, a todos, sin excepción, nos gusta de vez en cuando saltarnos las normas y hacer el gamberro. Porque, admitámoslo, ser gamberro es divertido. Claro que hay que aclarar que cuando hablo de “ser gamberro” no me refiero a ir por ahí destrozando contenedores y farolas, sino a decir lo que uno piensa y a hacer lo que uno siente en el momento, sin importar el revuelo que eso pueda causar al ejecutar la “gamberrada”.
Como adultos, continuamente estamos reprimiendo nuestras ganas de hacer algo que va en contra de lo que nos vemos obligados a hacer en cada momento. ¿Quién no ha tenido que reprimir una carcajada en algún acto solemne, donde reírse hubiera estado totalmente fuera de lugar? ¿O contenerse para no hacer una carrera de sillas de oficina por los pasillos de la empresa? ¿O incluso, aprovechando que el jefe no mira, ponerse a jugar con el material de oficina?
Admitámoslo, el gamberro que todos llevamos dentro nos llama a menudo, solo que nosotros, como “adultos responsables” no contestamos a su llamada. En los niños esto ocurre de un modo distinto: ellos nacen gamberros y se comportan como gamberros en todo momento. Pero claro, es una conducta que entre padres, profesores y educadores vamos limando y enseñando a controlar y reprimir de cara a convertirse en un adulto encorsetado.
Precisamente de esto habla la saga de libros que os presento hoy. Se trata de la saga de Pablo Diablo de la autora británica Francesca Simon. Pablo es un niño travieso, inquieto, curioso y sin ningún problema para ser él mismo en todo momento, aunque eso traiga de cabeza a sus pobres padres, que ya bastante tienen con sus problemas diarios como para encima andar lidiando con un pequeño delincuente en casa. Pablo se lo pasa en grande haciendo todo tipo de maldades, desde pintar las paredes con la salsa de la cena hasta tratar de enviar por correo certificado a su hermano pequeño, un “niño perfecto” como lo consideran sus padres.
Las travesuras de Pablo divierten mucho a los lectores de seis, siete y ocho años, que son los lectores potenciales de estos libros. Pero también muestran una importante lección para los adultos, y es que con cada lío, travesura o gamberrada de Pablo, tanto él como sus padres aprenden algo valioso: la importancia de aprovechar las oportunidades de divertirse que dejamos pasar cada día, (sin que esto suponga molestar a los demás, claro está… ¿o sí? Porque en ocasiones hay gente a la que le molesta ver a otros ser felices atreviéndose a hacer lo que quieren).
Los libros de Pablo Diablo son divertidos, baratos y están ilustrados con estupendas acuarelas por el genial Tony Ross. Los publica la editorial SM en España y los recomiendo como literatura infantil, no solo de evasión, sino de reflexión hacia la idea de ser uno mismo y además divertirse con ello, como dice la propia autora, Francesca Simon.