Para Marta hoy no es un día más. En la rutina diaria de las prisas para llegar puntual al colegio, en la somnolencia de las primeras lecciones del día, en la diversión de los juegos en el recreo, en el cuadrante de las actividades extraescolares que su madre cuelga en el frigorífico, en su pequeño universo, al fin y al cabo, se abre hoy una brecha de ilusión. A sus cinco años, Marta va a probarse hoy la primera túnica de nazarena que llevará en su vida. Desde que hace un mes le tomaran las medidas, ella no piensa en otra cosa: “Mami, ¿podré repartir muchos caramelos?”, “¿me darán una vara, verdad?”, “¡yo quiero llegar hasta la Catedral!”. Una retahíla a la que su madre, paciente, asiente mientras sonríe.
Cuando Marta se coloque esta tarde el antifaz de nazarena por primera vez, comenzará para ella un viaje de ilusión que durará cuarenta días y la llevará directa hasta la mañana del Lunes Santo, cuando, orgullosa con su medalla al cuello, salga de su casa vistiendo la túnica de su hermandad y sorprendiendo a cuantos la vean por la calle camino de la iglesia con su gracioso pero seguro andar infantil. Y cuando la cruz de guía se ponga en la calle y dejándose llevar por el revuelo del primer tramo, Marta, sin apenas darse cuenta, cruce el umbral del templo y sea por primera vez una nazarena de Sevilla empezará para ella una experiencia que no olvidará en su vida y que, probablemente, querrá repetir cada año.
Para los cofrades sevillanos, hoy tampoco es un día más. Es el día en que empieza el tiempo de las ilusiones que durante cuarenta días se alimentarán de ensayos, marchas, cultos, besamanos, montajes de pasos…Ritos y tradiciones que están grabadas a fuego en el calendario sentimental del sevillano y que se fraguaron en la infancia. Es en esta época de la vida en la que cualquier cofrade encuentra la explicación de por qué se emociona cuando ve a la Virgen que siempre llevaba su abuela en la cartera o por qué el día en que su hermandad realiza estación de penitencia se levanta con la misma ilusión que un 6 de enero. Es el niño que llevamos dentro y que aprendió a amar la Semana Santa de la mano de nuestros padres o de nuestros abuelos.
Y como la rueda nunca deja de girar, los pequeños sevillanos que, como Marta, recogen hoy ese legado de emociones son nuestros protagonistas. Mientras ellos pasan estos cuarenta días viendo vídeos, coleccionando nuevas estampitas, visitando a sus hermandades o preparando un relleno único y consistente para la súper bola de cera que este año piensan hacer, en “Entre cera y caramelos” queremos acercarnos al lado infantil de nuestra Semana Santa. Queremos verla con la mirada inocente de los niños sevillanos, fijarnos en lo que les gusta y en lo que más les llama la atención, mostrar, en definitiva cómo viven estos días grandes. También nos gustaría ser de utilidad para esos padres, tíos o abuelos que, a pesar de las bullas y del cansancio, no renuncian a vivir la Semana Santa con los más pequeños y, por supuesto, también para quienes nos visitan.
Tampoco es un día más para esta que les escribe. Casi con la misma ilusión con que Marta se prueba hoy su túnica de nazarena, abrimos esta ventana para darle una vuelta de tuerca muy especial a la Semana Santa. Queremos emprender este viaje de cuarenta días que nos conducirá hasta el Domingo de Ramos como si fuéramos a pedir cera o caramelos por primera vez, como si volviéramos a ser niños…si es que alguna vez, por primavera, hemos dejado de serlo.