Esta semana no voy a hablar de ningún libro infantil en concreto, ni haré ninguna reseña. Por supuesto soy consciente que escribo en un blog sobre literatura infantil y juvenil. Tranquilos, lo que quiero contaros, aunque se trata de una reflexión personal, esta relacionado con los libros y los niños.
El pasado veintitrés de Abril, el día del libro, asistí a unas jornadas celebradas en el Parque de María Luisa, en Sevilla, donde había programadas una serie de actividades culturales relacionadas con los libros. Sobre todo asistieron muchos niños, excursiones que varios colegios habían programado ese día para asistir a dichas actividades. Yo participaba de forma activa en una de ellas, en colaboración con el maravilloso grupo de teatro Farandulario, los cuáles hacían parte una representación teatral estupenda: “Los Cuentos de la Media Lunita”, basados en cuentos del escritor Antonio R. Almodóvar. Mi aportación al acto consistía en hacer parte de mi show de magia a los peques, relacionando siempre los juegos con los libros, (por algo me presentaban como “ El Mago de los Libros”).
Fue un día inolvidable y pude ver cosas como niños hablando de libros, niños leyendo libros, mirando libros, abrazados a libros… cosas que alimentan el alma de cualquier amante de la palabra escrita. Aquel día solo estuvo enturbiado por un asunto. La organización del evento había programado, además de las actividades infantiles, una actividad para adultos. Se trataba de una conferencia sobre “El Quijote” impartida por uno de los mayores expertos de la obra de Cervantes. Cierto es que la organización cometió el error de programar ambas actividades a la misma hora y el mismo espacio. Cierto es también que, en semejantes condiciones, ambas actividades se molestaban entre sí: el sonido de las actividades para niños molestaba a la conferencia sobre la obra de Cervantes y viceversa. Creo que habría sido algo fácil de solucionar, tan fácil como pararse a hablar y reorganizar aquello. Pero si bien los libros para niños nos enseñan que el mundo es un lugar asombroso si se sabe ser abierto a que todo es posible y a la capacidad de ver más allá, hay adultos, la mayoría por desgracia, que se dogmatizan, pierden totalmente la perspectiva y cierran el corazón herméticamente a la poesía y a las bellas realidades.
Resulta que uno de los acompañantes del conferenciante se acercó a donde estábamos nosotros para “exigir” que toda aquella “payasada” que estábamos haciendo se cortará inmediatamente hasta que finalizase la “importante” conferencia. A aquel señor no le importó en absoluto que allí hubiera más de un centenar de peques mirándole muy serio, (como los peques miran a los señores mayores que gritan enfadados), mientras él despotricaba alegremente contra nosotros y soltaba lindezas tales como: “Lo que ustedes hacen no es cultura…” “¿Cómo se atreven a molestar con sus tonterías a un acto tan importante como esta conferencia?” “O esto se termina inmediatamente o corto los cables y les dejo sin sonido…”
Fue uno de los organizadores el que se acabó alzando como héroe del día, respondiendo a aquel señor tan cascarrabias con un discurso que fue más o menos así:
“Caballero, lamento mucho lo ocurrido. Realmente ha sido un error por nuestra parte organizar amabas actividades en un espacio tan cercano y a la misma hora. Le pido disculpas por eso. Pero permítame que le diga todo lo que aquí se está haciendo, todo, es cultura. Que todo, absolutamente todo, es igual de importante. ¿Comparar una prestigiosa conferencia sobre El Quijote con un teatro de cuentos para niños? ¿En serio? ¿No le parece absurdo? Permítame que le diga que el parque es muy grande, y ustedes son adultos y no son más de treinta, mientras que aquí hay más de doscientos niños. Ustedes pueden moverse perfectamente de un modo más fácil hasta otro rincón del parque más tranquilo donde estas “payasadas” no les molesten. Y también permítame decirle, caballero, que estaría bien que se parara a mirar lo que se está haciendo aquí. Si se fija bien todos y cada uno de estos niños tiene un libro en la mano, y lo que aquí se hace es incentivarlos a la lectura y a amar la literatura. Gracias a eso lo que se conseguirá es que aquello que están ustedes haciendo allí no muera cuando ustedes ya no estén.”
El hombre no tuvo más remedio que marcharse cuando los profesores y niños comenzaron a aplaudir. Fue un gran momento y una gran lección. Aquel señor no había logrado darse cuenta. No había logrado verlo y por tanto quedó en evidencia. A todos, en ocasiones nos pasa lo mismo. Y si queremos que en el futuro se sigan impartiendo conferencias sobre literatura clásica, tendremos que empezar haciendo que el futuro, es decir, los peques, amen los libros. Para conseguirlo solo tenemos que saber ver más allá.
Finalmente, el conferenciante y los asistentes, incluyendo al señor cascarrabias, se marcharon a otro lugar donde, estoy seguro, disfrutaron de una interesantísima y tranquila charla sobre Don Quijote de la Mancha. Quien, por cierto, estoy convencido de que se hubiera quedado con los niños.